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jueves, 12 de junio de 2025

La casa de los susurros

 

Por Uma Roldán

 

Naiara siempre había sentido una fascinación por las casas abandonadas. Le gustaba imaginar lo que había pasado en su interior, qué secretos escondían sus paredes y qué historias podrían contar sus muebles vacíos. Un día, mientras caminaba por el barrio, vio una casa que parecía llamarla. La casa estaba en ruinas, con ventanas rotas y una puerta que parecía moverse sola.

La casa estaba vacía y Naiara decidió entrar. El silencio era absoluto, y cuando entró, sintió mucho frío y empezó a temblar. La casa parecía muy espeluznante. Naiara decidió salir, pero cuando volteó, la puerta se cerró. Empezó a intentar abrir la puerta cada vez más nerviosa y asustada, pero no pudo. Empezó a gritar, y de repente, se cayó al suelo. Desde muy lejos, se empezó a escuchar una canción muy tenebrosa y siniestra, con notas que parecían susurros en la oscuridad.

Naiara se levantó, toda sucia y mojada de tanto llorar, con el cabello despeinado y los ojos hinchados. Empezó a recorrer cada habitación para ver de dónde venía la música, pero cada puerta que abría parecía llevarla a un lugar más oscuro y más aterrador. La canción parecía seguirla, aumentando de volumen con cada paso que daba.

Finalmente, vio una habitación con mucha luz al final del pasillo. Cuando entró, la música cesó de repente, y Naiara se encontró de vuelta en la entrada de la casa, pero esta vez la puerta estaba abierta. Naiara salió corriendo, sin mirar atrás, y no paró hasta que llegó a su casa.

Se acordó que tenía que entregar un cuento siniestro a su profesora, y decidió contar lo que le había pasado en la casa vacía. Escribió todo con detalle, desde el momento en que entró hasta que salió corriendo. Al día siguiente, cuando se lo entregó a su profesora, esta lo leyó con atención y, al final, sonrió de manera macabra y tenebrosa. La sonrisa heló la sangre de Naiara, y se preguntó si su profesora había entendido realmente la historia.

... y Naiara nunca volvió a hablar de lo que pasó en aquella casa, pero la sonrisa de su profesora la persiguió por el resto de su vida.




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